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Mi reto: Aprender Chino

De un ataque de risa

Había escuchado hablar de la injusticia. Y se había indignado justamente. Leyó acerca de las hambrunas en África, vio algún que otro documental de la Dos, y tuvo que taparse la cara con una manta en una de esas escenas en las que nadie aguanta la mirada..

No lo comenta con cualquiera, pero si tomas un café con ella, a la media hora confesara que lloró como una magdalena aquel dia. Un mal trago. En la facultad conocio a un chico. Un año antes no se habria acercado a el a menos de cien metros: pelo largo convenientemente aderezado con cuatro o cinco rastas de considerable longitud, botas de montaña, varias capas de camisetas a rayas, y un abrigo zarrapastroso de piel de camello que él decia había pertenecido a Dani el Rojo (ella asentía asombrada: ni idea de quien era el tal Daniel, aunque al menos parecia de fiar; era rojo).

Este chico le prestó un libro una tarde a la puerta de la facultad. Llovía. Parecían un yonqui y su camello intercambiando dinero por farlopa.

Él la besó y a ella no le gustó demasiado, pero se llevó el libro. “El capital”, Karl Marx y otro nombre más retorcido aun. Lo empezó cinco veces. La primera no paso de la pagina treinta. La quinta no pasó de la pagina catorce.

Luego alguien abrió sus ojos: en el mundo hay guerra; bueno, guerras, en realidad, y muchas. En ellas muere gente. Mucha gente, de forma indiscriminada. Pasó una tarde enter4ea enviando mensajes lúgubres con su movil a todos los infortunados que aparecían en su agenda.

Menuda mierda de mundo, y de vida, se decía. Asi que decidió hacer algo. Primero compró el disco blanco de los Beatles. Escuchó “Revolution, you say yo want a revolution, well you know, we all want to change the World”, repetía una y otra vez. Reconoció con tristeza que en su reproductor de cedé no podía hacer girar hacia atrás el disco para escuchar el mensaje secreto que albergaba la cancion en la pista, luego probó con Bob Marley y Kurt Kobain…

Se dio de alta en un servicio de descargas para móviles: Politono La Internacional. Que bien sonaba, aunque algunos amigos se quejaban de que no atendía a las llamadas y el contestador acababa por saltar una de cada dos veces que intentaban contactar con ella. Encontró un cartel alegórico de la Segunda República en una feria de libros usados. Cinco euros. Compró dos. Uno para la habitación y uno para la carpeta.

 

Cambió de amistades, cambio de ropa. Incluso cambio el fondo de pantalla de su movil: desechó a Rafa Nadal para colocar una A mayúscula encerrada en un círculo. Estaba razonablemente satisfecha de su nuevo estilo de vida, se encontraba a gusto en aquel flamante hábito. Pero en el cuadro faltaba algo y ella lo sabía.

Lo encontró en una tienda de ropa del centro, en las ramblas. Allí estaba él, enorme, inalcanzable, magnífico, negro sobre blanco y blanco sobre negro. Entrló y se probó la camiseta. En la talla grande el Che parecía triste. En la pequeña ciertamente desencajado. En la intermedia era perfecto: la boca recta y decidida, la mirada infinita de horizonte y futuro. Me la quedo, dijo, y se llevo la revolución puesta. Por tan solo veinte euros de nada.

Mientras tanto, en algún lugar de la eternidad, Adam Smith moría por segunda vez; en esta ocasión, de un ataque de risa.

2 comentarios

I Fought The Law -

No esperarás que se bautice uno leyendo el Capital! Además eso no se lleva. Se lleva decir que has leído a Negri, hombre.

Anónimo -

sabes??? hasta cierto punto me parece arriesgado... los blogs (aparentemente) son para mostrar lo mas intimo de las intimidades que a tus amiguitos intimos no le contarias por que pensarian que estas muy mal de la cabeza... y tu has construido uno para cagarte en los neo-hippis pseudo revolucionarios... interesante propuesta...veremos donde llega.